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viernes, 28 de diciembre de 2012

Hechos REALES


Cómo cualquier otra mañana aquel niño pequeño subió las escaleras de dos en dos, dió los buenos días y se sentó a mi lado. Me miró con una sonrisa pícara y comenzó a decir:

- Voy a dejar el tabaco ya de una vez por todas. Y los porros también.

Comenzó a reírse al ver que yo había abierto los ojos como nunca y que no decía nada, solo movía la cabeza. Prosiguió:

- Es que el otro día nos fumamos tres o cuatro porros entre dos amigos más y a mi me dio un "chungo" cuando entré en el agua. No era capaz de mover los brazos y las piernas, tuvo que sacarme el socorrista de la piscina.

Mi perplejidad era tal que tarde unos segundos en comenzar a decirle:

- No te voy a negar que yo ya sabía que fumabas, pero ¿porros? ¿Sabes que con doce años eso no te hace ningún bien? Bueno, con ocho ya fumabas tabaco, así que ahora es "normal".

A lo que él contestó con una sonrisa de oreja a oreja:

- Pues eso es lo más débil, por así decirlo. El sábado pasado me emborraché tanto que no sabía volver a casa. Me trajo un amigo. Pero ya el tabaco y los porros los voy a dejar de verdad.

Solo supe decirle:

- ¿No te das cuenta de que eres un niño? Tienes que disfrutar de la infancia, lo vas a vivir todo muy rápido y dentro de muy poco no vas a saber qué más hacer.

Volvió a reír y me dijo:

- Es que tú no sabes disfrutar de las cosas, ¿cómo te puede gustar quedarte en casa leyendo un libro en vez de estar por ahí de fiesta? Tú es que eres demasiado rara.

Sonreí, negué un par de veces con la cabeza y le dije que abriera el libro por la página veinte.

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