Se acababa de duchar, se colocó frente al espejo con su albornoz blanco por abrochar. Empezó a secarse con cuidado, como siempre hacía. Se quitó el albornoz y lo dejó sobre la silla que tenían en el cuarto de baño, entonces el poco vapor que había en el espejo se había quitado y pudo contemplar su cuerpo desnudo. El cabello mojado le caía sobre los hombros, se lo recogió con la toalla y al subir la pierna para ponerse el calcetín se dio cuenta del hematoma que tenía sobre el muslo y de repente le vino un terrible recuerdo de su niñez.
Se vio en aquella especie de descampado en el que esperaban a la profesora para entrar en la clase, pero aquella tarde la profesora se retraso un poco; solo bastaron unos diez minutos para que aquel niño se le acercara con un palo y le diera fuerte en el trasero. La niña de entonces rompió a llorar, no recuerda nada más de aquella tarde, solo eso.
La chica cerró los ojos volviendo al presente. Comenzó a vestirse mientras que pensaba sobre ese duro golpe de su pasado, ya no se podía hacer nada; lamentarse no valdría de nada, sin embargo durante unos minutos volvió a abrir la herida que ya había cerrado en su momento.

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